La Nominación. Función del Nombre del Padre

La Nominación. Función del Nombre del Padre. (1)

Vanina De Simone.
Lic. en Psicología.
Magister en Psicoanálisis.

En la clase del 15 de abril de 1975 Lacan introduce la noción de padre como nombrante ligado al tema de la nominación, lo cual constituye el gran giro establecido en este seminario. En términos del autor:

Es preciso lo Simbólico para que aparezca individualizado en el nudo ese algo que yo no llamo tanto el complejo de Edipo – no es tan complejo como eso –  yo llamo a eso el Nombre del Padre, lo que no quiere decir nada más que el Padre como nombre  – lo que no quiere decir nada al comienzo –  no solamente, el padre como nombre, sino el padre como nombrante. (Lacan, 1974-1975, p. 68)

Porge (1998) señala que Lacan necesitó ubicar la oposición entre el Nombre del Padre y el ser nombrado para a los fines de poder delimitar la función nombrante del padre. En El seminario XXI Los incautos no yerran o los nombres del padre (1973-1974), Lacan retoma un tema que había sido acallado en su seminario interrumpido El seminario X bis Los Nombres del Padre. El título de El seminario XXI (1973-1974), en su lengua originaria que es el francés, se escribe Les non dupes errent, y esto es homófono de Les noms du père. Entonces, el título del seminario sostiene estas dos cuestiones a la vez, a partir del juego de palabras y de homofonías que Lacan establece. Respecto de la cuestión del Nombre del Padre, en El seminario XXI Los incautos no yerran o los nombres del padre (1973-1974) plantea que es la madre la que posibilita la función de dicho significante. El padre es el que establece una prohibición al decir no. Esto pone en juego la eficacia de la función del Nombre del Padre. En ese sentido, este significante se instaura a partir de que es habilitado, o podría decirse nombrado, por la madre. Entonces, es la madre la que permite un lugar de tercero entre ella y el hijo. En referencia a esto, es interesante plantear que Lacan hace un juego homofónico entre el non que niega y el nom que nombra, en ese sentido, ambos están ligados. Señala Lacan:

Para llevar ese nombre no basta que aquella en la que se encarna el Otro, el Otro como tal, el Otro con  [A] mayúscula, aquella digo en quien el Otro se encarna – no hace más que encarnarse, encarna la voz – a saber, la madre, la madre habla, la madre por la cual la palabra se transmite, la madre, hay que decirlo, es reducida a traducir ese nombre (nom) por un no; justamente, el no que dice el padre, lo que nos introduce en el fundamento de la negación. (Lacan, 1971-1974, p. 50)

La madre redobla en su decir la voz del padre. Ella permite la transmisión del no del padre. Esta lógica va a depender de relación que ella misma tenga al padre del nombre. El Nombre del Padre  no puede sustituirse por el nombrar para, que es una operación que la madre puede realizar por sí sola para designar su producto, indicando un camino o proyecto. El Nombre el Padre es instaurado como nombre por la madre. Lacan plantea que esta operación es un amonedamiento, proceso por el que un metal se convierte en moneda. Es decir que es un proceso por el cual algo se inscribe. Para el sujeto habrá amonedamiento en tanto la madre con su voz sostenga el decir no del padre. En la clase del 19 de marzo de 1974 Lacan liga el nombre al ser nombrado para, y lo explica de la siguiente manera:

Ser nombrado para algo, he aquí lo que despunta en un orden que se ve efectivamente sustituir al Nombre del Padre. Salvo que aquí, la madre generalmente basta por sí sola para designar su proyecto, para efectuar su trazado, para indicar su camino…ella, su deseo, lo que señala a su crió ese proyecto que se expresa por el «nombrar para» (…) ese poder del «nombrar para» al punto de que después de todo, se restituye con ello un orden, un orden que es de hierro; ¿qué designa esa huella como retorno del Nombre del Padre en lo Real, en tanto que precisamente el Nombre del Padre está Verworfen, forcluido, rechazado?. (Lacan, 1973-1974, p.50)

Muestra que la nominación tiene la cartografía del tú serás, mientras que el ser nombrado para entra en las coordenadas del tú eres, como una fuente de destino a la debilidad mental prescrita por la llamada o empuje del Otro materno. Se encuentra en esto, una falta de nombre que nombre, del padre como nombrante. Es posible ubicar la ausencia del significante capaz de dar sentido al deseo de la madre. El ser nombrado para deja al sujeto en una suerte de dependencia del Otro materno o social. Lacan se refiere a esto como una degeneración catastrófica. El Nombre del Padre  sitúa los encadenamientos en la filiación, la madre se espera que transmita en sus actos el vínculo entre la ley y el amor. Cuando la ley sucumbe por la forclusión de la castración, lo que viene de lo real, lo que retorna para suplir la ligazón del niño al Nombre del Padre por la vertiente del amor, es el orden de hierro que señala el destino en lo social para cada quién. Si la madre no puede transmitir la prohibición, la ley retornará al hijo desde lo social a través de un orden de hierro encontrando un no despojado de signos amorosos. De esta manera, se pone en juego el papel de la madre en los destinos de la filiación y la subjetividad que dependerá en una gran medida de lo que haga la madre con el padre del nombre. En definitiva, la madre queda reducida a introducir el fundamento de la negación del padre.

En El seminario XXII R.S.I. (1974-1975) agrega que para que un padre pueda ser aquel que ejerza su función deben existir ciertas condiciones. Dice Lacan:

Un padre no tiene derecho al respeto, si no al amor, más que si el dicho, el dicho amor, el dicho respeto está –  no van a creerle a sus orejas – père-versement orientado, es decir hace de una mujer objeto a minúscula que causa su deseo. Pero lo que esta una mujer, con minúscula: a-coge de ello (…) De lo que ella se ocupa, es de otros objetos a minúscula, que son los hijos, junto a los cuales el padre sin embargo interviene, excepcionalmente en el buen caso  para mantener en la represión {repression}, en el justo me-dios si me permiten, la versión {version} que le es propia por su perversión {perversion}, única garantía de su función de padre {père}, la cual es la función, la función de síntoma tal como la he escrito ahí como tal. (Lacan, 1974-1975, p.23)

Se desprenden así tres condiciones requeridas: que una mujer sea causa de su deseo, su parteneire síntoma, que la tome para hacerle hijos y a estos les preste cuidados paternos. Puede reconocerse que anuda la pareja sexual y la generación. Un padre que ejerza su función sería entonces aquel que no habría tenido un efecto forclusivo sobre su descendencia. Que su père-versión tenga como efecto la represión primaria teniendo como resultado un medio decir (me-dios). De esta manera, el padre tiene como síntoma una mujer en tanto hizo de ella  la causa de su deseo, su partenaire síntoma. Un hombre que hace de una mujer un síntoma, anuda su goce en un vínculo amoroso y social vía una mujer. Esta posibilidad permitirá que la función paterna opere sobre el hijo, lo que a su vez hará posible que un hijo genere su propio síntoma. Será necesario que haya una mujer que pida al hombre que haga de ella el objeto gozado o la mujer amada, lo que daría cuestas de su propio síntoma. Comienza a aparecer en este punto la noción de padre síntoma que apunta a una versión del padre que es diferente del significante del Nombre del Padre. El padre síntoma  se vincula con los Nombres del padre en plural, en tanto son versiones del padre, formas en las que cada uno se las arregla con lo que falla, modos de respuesta al agujero del significante.

Es importante aclarar que a partir de El seminario XXII R.S.I. (1974-1975), Lacan cambia la definición del síntoma, dejando de lado la concepción metafórica del síntoma que conllevaba la disolución o desenlace del mismo. De esta manera el síntoma se va a alejarse de la dimensión significante para quedar ubicado en el lugar de la letra. Para dar cuentas de estos cambios, nos apuntalaremos en el texto de D. Giussani (2001) quien en su tesis de maestría Algunas consecuencias teóricas y clínicas de la última teoría del síntoma en Lacan (2001), se dedica a definir y delimitar el concepto de síntoma a partir de R.S.I.. Expresa Lacan:

¿Qué es decir el síntoma? Es la función del síntoma, función a entender cómo sería su formulación matemática: f(x). ¿Qué es esta x? Es lo que del Inconsciente puede traducirse por una letra en tanto que solamente en la letra la identidad de sí así está aislada de toda cualidad. Del Inconsciente, todo Uno en tanto que sustenta el significante en lo cual el Inconsciente consiste, todo Uno es susceptible de escribirse por una letra. (Lacan, 1974-1975, p.23).

Al ubicarse del lado de la letra, el síntoma puede pensarse en su vertiente simbólica. Pero, debido a que delimita el goce de un sujeto se encuentra también en el campo de lo real. El síntoma, concebido en estos términos, consistirá en una letra que se repite sola, es decir, un S1 dislocado del S2. Por consiguiente, se entiende que no está dirigida a un Otro, y por lo tanto no es interpretable, debido a que no hay un mensaje que contenga, sino un goce particular. Pero también debe aclararse que en tanto es S1, viene del Otro, es huella de una presencia pretérita del Otro.

Es debido a la falla de lo simbólico que se requiere el Uno del síntoma; al ser letra y por ende simbólico singulariza un goce particular, y por lo tanto real. Esto explica por qué Lacan plantea que habría una forclusión generalizada de un significante. Es un agujero simbólico, tal como lo trató en relación a El seminario XX Aun (1972-1973). Cada sujeto se inventa cómo velar ese agujero, es un saber hacer con lo que falla. Un síntoma como invención es lo que soporta la ex-sistencia particular. La función que anuda R.S.I. es la del síntoma. Tal función, considerada como real, se relaciona a la letra que apunta al S1, y es lo que no cesa de no escribirse. Es letra en tanto se inscribe y se repite, esta insistencia opera cuando el significante se desgarra. Otra cuestión a considerar respecto del síntoma es a partir de la noción pensada a partir de Marx. En El seminario XVI De un Otro al otro (1968-1969) afirma que el síntoma es producto de la relación con el goce debido a que se inserta en lo social a través del plus de gozar. El síntoma es lo que se pone en cruz para que las cosas no anden de un modo satisfactorio al compás del Amo (A). En relación a lo real del síntoma es posible decir que el síntoma es lo que dice no a la demanda del Otro. Es también lo que permite decir no a la identificación del sujeto con lo que le falta, o con lo que podría completar al Otro. Es lo que permite separar al sujeto de la identificación con el objeto a en el fantasma. Al igual que con el S1, queda marcado el fracaso y la insistencia de aquello que no cesa de no escribirse. Refiere el autor:

Llamo síntoma a lo que viene [procede] de lo real. Esto quiere decir que se presenta como un pececito cuyo pico voraz solo se cierra al ponerle sentido bajo el diente. Entonces, una de dos: o eso lo hace proliferar “¡Creced y multiplicaos! (…) el sentido del síntoma, es lo real, lo real en tanto que se cruza para impedir que las cosas funcionen [marchen] en el sentido en que se dan cuenta de sí mismas de manera satisfactoria (…)” (Lacan, 1974, p.14)

Por la vía del sentido, el síntoma, viene a alimentarse, a nutrirse, por la proliferación de lo imaginario. El equívoco, por su parte, conmueve al síntoma tendiendo a su desasimiento, en tanto el síntoma como real viene a resistirse a los mandatos de la palabra. Los Nombres del Padre como versiones del padre, como padre síntoma, ubican el lugar de cuarto. Esto es patente en la lógica nodal, en donde el padre opera en tanto cuarto anudando R.S.I.. Entonces, el síntoma, que desde un punto de vista es equivalente al Nombre del Padre, ocupa el lugar de cuarto. El cuarto elemento adviene a suplir cierta falla en el anudamiento de tales registros, que se generaliza como no hay relación sexual. Y es por esto que hay síntoma.

Para profundizar sobre este punto, recurrimos a J. M. Vappereau (2006) en su libro Nudo, La teoría del nudo esbozada por J. Lacan, quien ubica el síntoma como sinónimo del amor por el padre, por lo que este cuarto término va a tomar el nombre del tercer modo de identificación primaria en Freud. También, precisa que la père-versión, que puede leerse como versión del padre y se ubica como sinónimo de realidad psíquica. En este sentido, si se retoma la argumentación anterior, desde el punto de vista de la lógica nodal, realidad psíquica, el padre en la neurosis y el síntoma, ocupan el mismo lugar en tanto cuarto y tienen la función de anudar R.S.I..Vappereau (2006) recupera los sinónimos delimitados por Lacan en donde la realidad psíquica como cuarto término, es homóloga al Edipo. Este cuarto término es la corrección de la falla estructural, y en ese sentido uno de los Nombres del Padre. La noción de realidad psíquica, que es freudiana, es el nombre que Lacan le da al fantasma. Es lo que modela, estructura y da forma a la realidad neurótica. Es posible interpretar que en Freud hay un cuarto elemento, que se lo conoce con distintos nombres pero que siempre opera del mismo modo: síntoma, Nombre del Padre, realidad psíquica, Edipo, amor por el padre. La función que cumple ese cuarto, con diferentes nombres, es la de anudar los tres registros R.S.I., esta es una lectura que hace Lacan de Freud a partir de la lógica nodal. Plantea:

Lo que él llama la realidad psíquica tiene perfectamente un nombre, es lo que se llama complejo de Edipo. Sin el complejo de Edipo, nada se sostiene de la idea que él tiene de la manera en que se sostiene de la cuerda de lo Simbólico, de lo Imaginario y de lo Real. Eso por lo cual, con el tiempo, he tenido que proceder, viene de esto, que yo creo que de lo que Freud ha enunciado, no digo que hay que rechazar el complejo de Edipo: él está implícito – y este año se los mostraré – está implícito en el nudo tal como lo figuro, de lo Simbólico, de lo Imaginario y de lo Real. Está implícito -y esto se demuestra, y cada uno de sus puntos puede en sí mismo precisarse – está implícito en esto, que para tener el mismo efecto, y esta vez como mínimo, es suficiente allí pasar en estos dos puntos lo que estaba abajo arriba. (Lacan, 1974-1975, p. 18)

Freud no habría podido prescindir de la cuarta cuerda para anudar los registros. Lacan (1974-1975) establece la operación por la cual se puede prescindir de ese cuarto sin desarmar el borromeo, es decir sin que se dispersen los diferentes redondeles. Es el paso de un nudo de cuatro a un nudo de tres, que seguirá siendo borromeo. En ese sentido, para que esta operación sea exitosa, no se debe cortar ninguno de los redondeles de cuerda. Ese cuarto no se perderá, sino que quedará implícito en los otros tres elementos. Esta operación es una transformación, y para ello se debe ubicar el cuarto. Vappereau (2006) explica que Lacan efectúa un movimiento, que se lo conoce con el nombre de movimiento gordiano en el que se libera un cuarto redondel y los otros tres quedan anudados. Este movimiento consiste en invertir los dos cruzamientos señalados en el siguiente gráfico con dos puntos, entre los anillos real y simbólico. El autor lo gráfica de la siguiente manera:

De este modo el Nombre del Padre queda explicitado como la cuarta cuerda que aparece implícito en el cadenudo borromeo de tres elementos, R.S.I. Vappereau (2006) plantea que este corte es un acto que acontece, como se dijo, por lo menos por un instante,. A partir de esto y según los desarrollos de El seminario XXII R.S.I. (Lacan, 1974-1975), que es posible interpretar que el movimiento gordiano no se trata de prescindirá absolutamente del padre, sino más bien servirse de él. Lo anterior se desprender de la clase del 14 de enero de 1975 en donde Lacan enuncia el modo de volver implícita la cuarta consistencia de la que S. Freud no pudo prescindir. En la clase comienza planteando que el anillo de lo real se encuentra ubicado en su presentación por debajo de lo simbólico. Para prescindir del cuarto elemento es preciso que el anillo de lo real pase por encima del anillo simbólico en los dos puntos en donde el anillo de lo simbólico pasaba por encima del anillo de lo real. Delimita de esta manera como el análisis en términos del psicoanálisis lacaniano seria anudar de otra manera.

En el movimiento que Lacan realiza para pasar de un nudo de cuatro a uno de tres, aparece un problema. El reducir el nudo a tres elementos, no permite distinguir las cuerdas, imposibilitando la diferenciación de R.S.I. Entonces, Lacan introduce la noción de dar nombre diferenciándola de la nominación. Explica,

Se distingue el dar-nombre, el nombrar, es consagrar una cosa con un nombre de habladuría. A pesar de todo, ahí se ve que esto (la nominación) es distinto de la comunicación, que es ahí que la habladuría, hablando propiamente, se anuda a algo de lo Real. (Lacan, 1974-1975, p. 39)

La nominación queda definida como un significante anudado a lo real, un nombre que surge del cruzamiento de lo simbólico con lo real. Esta noción queda delimitada como un redoblamiento de un registro sobre otro, y esto es lo que permite escribir que hay ciertos ordenamientos posibles a nivel de la escritura del nudo y otros no. Esto nos lleva a concluir que los nombres de las cuerdas no pueden ser dispuestos de cualquier manera, si bien a nivel de la consistencia, todas las cuerdas son equivalentes, a nivel simbólico es necesaria la diferenciación como ya se aclaró. Esta cuarta consistencia va a tener la función de distinguir. Dar nombre, por su parte queda ligado a la habladuría, podemos decir, un producto del cruzamiento entre lo imaginario y lo simbólico.

En la clase del 18 de marzo de 1975, Lacan define la nominación por vías del acto, explicando que nombrar es un decir y decir es un acto. Dice Lacan:

Ahora bien, de lo que se trata, es de dar todo su peso a esta consistencia, no solamente ex-sistencia, de lo Real. Nombrar, nombrar, que ustedes también podrían escribir n’hombrar, nombrar, decir es un acto. Eso por lo cual decir es un acto, es por añadir una dimensión, una dimensión de puesta en el plano. (Lacan, 1974-1975, p. 50)

La cuestión del acto se remonta a seminarios anteriores en la enseñanza de Lacan. Cabe mencionar que en las primeras clases de El seminario XV El acto psicoanalítico (1967-1968) Lacan lo considera a partir del acto fallido freudiano. Lacan lee en el acto, al igual que Freud, la aparición de lo inconsciente. Esta aparición cobra el sentido y el peso de un acto. Esto puede leerse en varios textos freudianos La interpretación de los sueños (1900a, 1900b), El chiste y su relación con lo inconsciente (1905) y Psicopatología de la vida cotidiana (1901). El acto fallido es una formación del inconsciente y su lectura e interpretación dependen del significante. Esta es la dimensión simbólica de acto, que se muestra formando parte del campo del lenguaje y a la vez, siendo parte del discurso de un sujeto. Otra cuestión a tener en cuenta a la hora de pensar el acto, es que no hay acto sin Otro, que es quien introduce las coordenadas simbólicas. Solo contando con el Otro se podrá ir más allá del Otro mediante la dimensión del acto. Con respecto al acto explica:

El acto psicoanalítico, si es que es un acto, y de eso hemos partido desde el año pasado, es algo que nos plantea la cuestión de articularlo, de decirlo, lo que es legítimo y yendo más lejos, lo que implica consecuencias del acto en tanto que el acto mismo es por su propia dimensión un decir. (Lacan, 1967-1968, p. 33)

Lacan plantea que una de las cuestiones que hacen al acto es la dimensión del decir. No hay acto sin un decir. Tampoco hay acto sin una enunciación en el campo del lenguaje. Y es por el acto que el sujeto de ese decir, de esa enunciación, se modifica de un modo irreversible. Ahí donde hay acto hay enunciación, y es allí donde es posible una modificación subjetiva. Para explicar esta dimensión del acto, Lacan recurre al paso por el Río Rubicón de Julio Cesar. Pasar el Rubicón termina quedando cristalizada, a lo largo de la historia, como una frase que hace referencia al encaminarse en una empresa o tarea sin poder dar ya marcha atrás. Para la adecuada lectura de la frase nos servimos de J. Cesar. A.L. Gallego Real quien en su página web Entre dichos da cuentas de ello. Según se ha historizado, la noche del 11 al 12 de enero de 49 a. C, Julio César se detiene dubitativo frente al río y se pregunta si cruzarlo o no. Cruzar el río implicaba cometer una ilegalidad: convertirse en enemigo de la República e iniciar la guerra civil, debido a que marcaba el límite del poder del gobernador de las Galias y éste no podía más que ilegalmente adentrarse en Italia con sus tropas. Finalmente J. César da la orden de cruzar el Río a sus tropas, pronunciando en latín la frase alea iactaest, que se puede traducir como la suerte está echada.

Siguiendo a M. Bassols (2001) en su artículo El acto y su borramiento, se puede sostener que un decir es algo más que una enunciación en tanto toca al goce fijado en el fantasma. Es en este sentido, que se puede afirmar que el acto produce una modificación en la posición del sujeto. Bassols precisa que la dimensión del acto excede a la dimensión del significante en tanto “(…) apunta a la dimensión del objeto causa del deseo en el que se funda la particularidad del decir del sujeto.” (Bassols, 2001, p. 1) En lo que respecta al acto, lo que aparece como causa y agente del acto, es el objeto de la pulsión, antes que el sujeto de la enunciación significante. Este último, es el producto del acto y sus consecuencias. Lo que se revela en el momento del acto, es el objeto a, que ubica la inconsistencia del Otro. Se constata el ser pero en tanto vacío. El autor relaciona que lo antes dicho puede hilarse al matema del Discurso del Analista definido por Lacan en El seminario XVII El reverso del psicoanálisis (1969-1970), el que puede ser graficado de la siguiente manera:

    a                   $  

S2                  S1

En el acto, lo que también se revela es la inconsistencia del Otro. El Otro no puede darle un sentido a la pregunta por quien un sujeto es. La sustancia del sujeto, es el objeto a, el trazo que apunta al vacío. El análisis devuelve al S1 la función señalizadora del vacío (-1) poniendo en función el agujero que causa a un sujeto. Mediante el acto el sujeto se vacía de su ser. Esto lo logra por su propio borramiento o tachadura, que a su vez, deja una marca imborrable. Es por esto que se hace referencia a Pasar el Rubicón, porque después ya nada vuelve a ser igual. Que la suerte ya esté echada implica que no hay vuelta atrás. En ese sentido, el acto tiene un carácter radical en cuanto la operación que realiza, no puede revertirse. El acto implica una suspensión del discurso del referente. Es en el referente en donde se ubica el significante que viene a representar al sujeto, mediante la repetición. Este referente es localizable como el lugar en donde el significante estaría más cerca de representarse a sí mismo. Entonces es gracias a la suspensión del referente que es posible que haya acto. Otra cuestión a tener en cuenta es que en el acto, el objeto es activo y el sujeto es subvertido. En el momento mismo del acto, no hay Otro ni hay Sujeto, ya que el acto excede la articulación significante. Por eso, es posible decir que hay acto donde la cadena significante falla. Cada acto se encuentra en relación con una verdad e implica la puesta en juego del Nombre del Padre bordeando el vacío del objeto a. Lo que se repite es  el significante que representa al sujeto, y es por eso que tal como se planteó anteriormente el significante va a estar más cerca de representarse a sí mismo. Es desde este punto de vista, que es posible considerar que la nominación se trata del acto de nombrar a nivel de lo real el goce singular. Es decir, no se trata solo de una nominación limitada a lo simbólico en el sentido de dar nombre a las cosas, sino que se trata del acto de nombrar al nivel de lo real del goce, lo cual se convierte en nominación sintomática.

En este seminario, con respecto a la nominación, se agrega que esta se convierte en la cuarta cuerda por excelencia. Dice Lacan:

(…) es precisamente por eso que es necesario que sean 4, porque el 4 es lo que en este doble bucle soporta lo Simbólico de eso para lo cual, en efecto, está hecho, a saber el nombre del padre. La nominación, es la única cosa de la cual estemos seguros que eso hace agujero. (Lacan, 1974-1975, p.6

Lo que hace agujero remite al significante, en tanto el significante cava un surco en lo real, introducido por vías de lo simbólico. La nominación que como operación hace agujero en lo real, funda la estructura, es el efecto de lalengua, un significante que agujerea lo real y causa lo simbólico en su bifurcación: el plano del sentido y la fuga de sentido.

Porge (1988) trata la cuestión de la homonimia en relación al Nombre que Lacan introduce en el texto Despertar de una primavera, en el cual plantea que “El Padre tiene tantos y tantos Nombres que no hay Uno que le convenga, sino el Nombre de Nombre de Nombre” (Lacan, 1974, párr. 26). Respecto a esta homonimia, Porge propone tratar la problemática de los números enteros. Es interesante retomar las intervenciones realizada por Recanati, dadas a conocer como Predicación y Ordenación, expuesta el 12 de diciembre de 1972, y Primera intervención, ambas dictadas en el transcurso de El seminario XX Aun (1972-1973). En estos artículos Recanati (1972) plantea que una repetición se produce en un tercer tiempo, y este es el tiempo del interpretante que precede a la relación objeto representamen. Esto lo lleva a plantear que las relaciones entre términos tautológicos implican una determinación y a su vez una indeterminación. Un ejemplo sería: a es igual a a, pero también a no es a, debido a la ex-sistencia del vacío entre el objeto y el representamen que se actualiza en el interpretante. También, agrega que es gracias a este vacío que el objeto y el representamen serían enganchables.

En este punto haremos una pequeña digresión introduciendo un gráfico planteado por H. Franch (2011) en El objeto a en la clínica del Psicoanálisis, que permite visualizar operatoria del padre en términos nodales. En el gráfico se visibiliza, la relación entre las palabras y las cosas. Estas, se encadenan o se hacen enganchables gracias a la introducción de un término tercero, donde x es la operación del Nombre del Padre.  El autor lo grafica de la siguiente manera:

Continuando con Recanati, este explica que el interpretante da cuentas del agujero en tanto inscripto, pero a su vez él mismo conlleva la imposibilidad de inscripción. Es en ese sentido que se hace necesario un segundo interpretante “(…) para que tome a cargo la repetición de esta imposibilidad.” (Recanati, 1972, p. 8). Su exposición continúa con una argumentación respecto de la serie de números enteros en relación al nombre, y explica que nombrar es delimitar lo que precede en la serie. Todo número ordinal estará nombrado por su sucesor, y de ese modo todo nombre es nombre de nombre. Solo un elemento queda exceptuado, el cero, que nombra la ausencia de nombre. Esto es interesante tratarlo en relación al juego de homofonías nom (nombre) y non (no) que Lacan utiliza en El  seminario XXI Les non dupes errent (1973-1974) con respecto a la función del padre. El cero nombra la ausencia de origen, de antecesor, ya que en el origen hay ausencia de origen. Este espacio que media entre el objeto y el representamen, que puede leerse como la división entre el enunciado y la enunciación, es por lo que se designa que en el origen no hay Dasein o ser, sino división o sección de predicado. Comenta Recanati:

Es decir: los predicados no son nada sin algo, la sustancia, que no es otra cosa que la adición, a esos predicados…Los predicados no son más que 0, la sustancia es lo que se añade para hacer 1. Pero en este 1 constituido, no hay más que los predicados, es decir el 0 que aparece. Pues lo que hace 1, justamente, en la inscripción del 0, está ausente de lo que inscribe el 1, es decir de lo contenido, de lo designado por el 1, es decir el 0. (Recanati, 1972, p.16)

Es posible interpretar esta cita a partir de lo trabajado de Pierce respecto de la distancia entre el potencial y la individuación. Pierce explica esta distancia, a partir de formular tres niveles: 1- la nada germinal, 2- el trazo forclusivo, 3- la repetición ad infinitum del trazo. La nada germinal, tal como se trató anteriormente, era caracterizada por no estar inscripta de ninguna manera. El trazo forclusivo fue delimitado como una inscripción que motorizará la repetición, lo que es debido a que el potencial existe como inexistencia efectiva, con su potencialidad ad infinitum. Al inscribirse su potencialidad se pierde en al menos uno de sus puntos, sin por esto quedar disminuida en otros puntos.  Esto es graficado por el autor de la siguiente manera:

La repetición intentará retomar los punto de esta universalidad, tarea imposible por el recorte que representa del primer trazo forclusivo. Hay un primer significante que tiene una especial relación con la inexistencia primordial, que hace que la nada cuente como Uno, y es esto lo que posibilita la entrada de la indeterminación de la cadena significante. Este primer significante, encarna la falla del signo como imposibilidad de nombrar la marca o el objeto.

Lo que no puede nombrarse, conlleva la potencialidad, como fuerza impulsora que empuja significantes para intentar completar la distancia, el vacío entre el representamen y el objeto. Tal como se planteó anteriormente, lo que posibilita la añoranza del significante por el significado es el potencial. Este es el que marca que las realizaciones puntuales no abarcan la riqueza de la infinitud que es propia del potencial. Así, en cada inscripción, resuena la nueva infinitud que abrió esa inscripción. Entonces, debido a que en el origen hay vacío se contará a partir de la inscripción de la cuenta. Por lo tanto, si todo nombre es nombre de nombre, el padre del nombre o el padre nombrante sería el primer nombre que nombra sin nombre que lo anteceda. Este nombre primero tiene una especial relación con la in-existencia primordial. En tanto nombra algo, posibilita que la nada cuente como Uno, conllevando la falla de todo significante para representar. Cuando la nada ha sido inscripta como Uno, es posible decir que hay resto, y que algo no puede ser nombrado cuando se nombra. Es por eso, que se transforma en motor de repetición propiciando la ilusión de que el próximo significante que surgirá podrá completar la inscripción fallida. Tal ilusión es lo que lleva a negar la insuficiencia del origen. Si Uno es la marca de vacío que encarna, entonces conlleva la imposibilidad misma de toda representación, y así los otros significantes entrañarán la misma herida. Dice Lacan:

Soy lo que soy, eso es un agujero, ¿no? Bien, es de ahí, por un movimiento inverso pues un agujero, si ustedes creen en mis esquemitas, un agujero hace torbellino, más bien traga. Y luego hay momentos en que eso escupe, ¿eso escupe qué? el nombre: es el padre como nombre. (Lacan, 1974-1975, p. 68)

De esta manera, el padre como nombrante, y la nominación como su función, aparecen como una operación que hace agujero en lo real, fundando la estructura. Un significante que agujerea lo real y causa lo simbólico, entendido en una doble vía: el sentido y la fuga de sentido. Así, el Nombre del Padre, en su vertiente de nominación, se convierte en la cuarta cuerda por excelencia. Agrega:

(…) es precisamente por eso que es necesario que sean  4, porque el 4 es lo que en este doble bucle (II, c) soporta lo Simbólico de eso para lo cual, en efecto, está hecho, a saber el nombre del padre. La nominación, es la única cosa de la cual estemos seguros que eso hace agujero. (Lacan, 1974-1975, p.69)

Lo que se conoce que hace agujero remite al significante, en donde el significante cava un surco en lo real, introduciendo por vías de lo simbólico.

Tal como se planteó anteriormente, Lacan trata al nombre de nombre de nombre del padre. Porge (1998) interpreta que esta expresión remite a su vez, al ternario R.S.I. Esto articula el nombre con el nudo borromeo de tres. Esto permite que se definan los verdaderos Nombres del Padre a partir de la nominación. Lacan distingue la nominación imaginaria, que adjudica a la inhibición, de una nominación real, que atribuye a la angustia. Y también diferencia a estas dos, de una nominación simbólica que reserva para el síntoma. Por lo que los Nombres del Padre son aquellos que nombran lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario. De esta manera dan su nombre a lo que existía para el padre y que también va a existir para el sujeto. Al final del seminario plantea que inhibición, síntoma y angustia serán elevados al estatuto de Nombres del Padre. Y con esto concluye que los tres registros no consiguen por sí solos enlazarse, sino que necesitan un cuarto término.

El autor refiere a su vez, que la homonimia Nombre del Nombre del Nombre, puede pensarse desde el rastreo de la estructura psicótica a partir de las tres generaciones en donde es necesario ubicar como han sido los enlaces y desenlaces entre el nombre propio y el nombre sintomático.

Para concluir es interesante plantear que la triplicidad también remite a tres formas del Nombre del Padre. Por un lado, el padre del nombre o padre como nombrante ligado a las nociones de agujero, S1. Por otro, el padre del dios Judeocristiano que no responde por su nombre, el padre, que enuncia «(…) Yo soy lo que soy (…)» (Lacan, 1963, p.5) reafirmando la función nominativa pero siendo el mismo innombrable. Y por último el padre nombrado por la madre en la metáfora paterna, que anuda S1-S2, fundando la cadena. Por último, se ubican los Nombres del Padre, como tres formas de sostener el anudamiento: inhibición síntoma y angustia.

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(1) Notas.

El presente artículo está basado en  un extracto del siguiente trabajo: De Simone V. (2017). La nominación en la enseñanza del psicoanálisis de J. Lacan . (Tesis de Maestría en Psicoanálisis) Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Psicología.