¿Cómo pensar los nombre propios desde el Psicoanálisis lacaniano? (1)
Vanina De Simone.
Lic. en Psicología.
Magister en Psicoanálisis.
El nombre propio tiene el valor de ser un significante que en un movimiento permanente, abre la dimensión del tiempo subjetivo, cumpliendo a la vez la función de ser una especie de bisagra que une y separa dos espacios, el del sujeto y el del yo.
El nombre o los nombres, dan cuenta de la inscripción de un sujeto en lo social, mediante una convención establecida desde el derecho civil para el acto de reconocimiento del padre: el registro civil de nacimiento que procura una identificación personal, un lugar en la sucesión y una constelación familiar. En este sentido, el nombre nunca es indiferente, implica una serie de relaciones entre el que lo porta y la fuente de la cual procedió.
El nombre es un nombre propio si se inserta en una historia simbólica familiar y social.
Que el nombre esté desprovisto de significado, no quiere decir que carezca de efecto significante. En la elección del nombre hay en el mejor de los casos, una inscripción del deseo parental y en el mismo acto una transcripción. El nombre es el sedimento móvil de un mito familiar en suspensión que compromete al niño. Es el armazón, el cimiento, el zócalo en el que se asentará.
Asumir el nombre, implica haber realizado un acto de apropiación que conduce a que un sujeto se ligue a la cadena de nombres. Este acto no es único, sino plural y debe repetirse a lo largo de la vida en el espacio social de los reconocimientos, las semejanzas y las diferencias con los otros y en la dialéctica que mantiene el sujeto con su propia historia. Asumir el nombre es el principio de la historia, porque este hace posible el acto de nombrar dentro de una temporalidad. De este modo, el nombre es un significante que hace lazo con otros nombres, consolida la pertenencia a un grupo, a una comunidad de nombres que están sujetos a las normas del grupo.
El decir, como acto que nombra, es lo que posibilita que el nombre propio no se reduzca a un patronímico. La operación de nominación es más compleja que el simple atributo. La nominación es un lazo con el Otro, pero que hace valer esa dimensión del ser impredicable, no alcanzable por la vía de la identificación. La nominación, permite admitir la alteridad radical del Otro, pero también al lazo y la filiación con el Otro. Nominar implica decir, pero de modo diferente al Otro.
El reconocimiento del padre está en el origen, y las vicisitudes del amor o desamor que antecede al sujeto toman luego el estatuto en la historia. La operación de reconocimiento del padre es un hecho social que vincula el nombre propio y el Nombre del Padre en un acto de escritura. Este acto permite la singularidad del sujeto en su historia, en relación con su linaje, sus otros, sus semejantes. Es un hecho que se constituye en un acto en tanto logra hacer existir un sujeto, un acto que hace pasar algo de lo real a lo simbólico, reconocimiento que siempre es del padre pero que para algunos sujetos no está sostenido por este.
La nominación, entonces puede pensarse desde dos vertientes: desde un punto de vista, puede hacer alusión a la inscripción del sujeto en el Otro, a partir del reconocimiento civil del padre o de la madre. Desde otro punto de vista, puede hacer alusión a la posibilidad de nombrar algo, que es justamente lo más singular del sujeto. En cuanto al nombre propio Lacan dice:
Llegamos ahora, con este punto de partida que hemos tomado en la función del trazo unario, a algo que va a permitirnos ir más lejos. Yo planteo que no puede haber definición del nombre propio sino en la medida en que nos percatamos de la relación de la emisión nominante con algo que, en su naturaleza radical, es del orden de la letra. (Lacan, 1961-1962, p.18)
En esta cita Lacan relaciona explícitamente el nombre propio con la letra. Esta mención es muy importante porque indica el lugar diferencial del nombre en relación a otros significantes. Tal como dice Lacan es de naturaleza radical. El nombre es una palabra con una función distinta que otras del sistema de la lengua. El trazo unario que menciona Lacan es un punto de partida en tanto es la posibilidad de que haya sujeto, y esto se sostiene a partir de la operación del nombre propio.
Lacan trata el trazo unario a partir de un recorrido que implica un paso por la escritura y sus primeras manifestaciones, pasando por los ideogramas y los jeroglíficos, así como también la articulación del fonema a la imagen que operan en diferentes escrituras. En relación a esto, dice el autor: (…) la escritura esperaba ser fonetizada, y es en la medida en que ella es vocalizada, fonetizada como otros objetos, que ella aprende, la escritura, si puedo decir, a funcionar como escritura. (Lacan, 1961-1962, p.23)
Esta cita trata la fonetización, que históricamente lleva a nuevas operaciones en relación a la escritura. Esta referencia sirve para pensar el derrotero que va desde ese trazo primero que marca al sujeto, al Nombre del Padre. En esta tesis se considera que el trazo se hace escritura mediante el acto de nominación del Padre. Dicho acto requiere de la vocalización, de la lectura del trazo que hace una marca en el sujeto y que queda como efecto de la experiencia del encuentro con el Otro del lenguaje. Es un signo que se encuentra en relación al Nombre del Padre y que en su función de nominación es susceptible de ser capturado en un discurso para que pueda funcionar como escritura. Explica Lacan:
En el acto de la enunciación tenemos esta nominación latente, concebible como siendo el primer núcleo, como significante de lo que enseguida va a organizarle como cadena giratoria, tal como desde siempre se las he representado por ese centro, ese corazón hablante del sujeto que llamamos el inconsciente. (Lacan, 1961-1962, p. 10)
Entonces, en el acto de la enunciación se encuentra el inconsciente como núcleo, lugar del sujeto, donde Ello habla sin que el sujeto lo sepa. El trazo, el rasgo como marca e inscripción primera proviene del Otro del lenguaje. El lugar de una nominación latente en el acto de la enunciación, está en relación con el agujero; es un trazo allí donde había un vacío, y esto es lo que es posible plantear como el corazón del sujeto hablante. Se trata de una inscripción primera que tiene que ver con la ya canónica frase de Freud leída por Lacan Wo Es war soll Ich werden “(…) donde ello era, Yo debo advenir (…)” (Freud, 1932, p.74)
El sujeto debe advenir en su decir, y ese decir actúa retroactivamente sobre la inscripción primera. Entonces, se puede pensar que la nominación latente es un desarrollo de la formulación de Freud, Wo Es war soll Ich werden “(…) donde ello era, Yo debo advenir (…)” (Freud, 1932, p.74) en la vía del inconsciente estructurado como un lenguaje. Una inscripción es un lugar de enunciación latente que se va a encontrar luego con una serie, con una trama de significantes. Y se agrega que, justamente, la identificación al trazo unario permitirá que se constituya el inconsciente.
Bibliografía.
Freud, S. (1932). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1932-1936). Tomo XXII O.C. (2° reimpresión). Buenos Aires: Amorrortu. 1991.
Lacan, J. (1961-1962). El seminario IX La identificación. Versión crítica. Trad. y notas de R. Rodríguez Ponte. E.F.B.A. Disponible en http://www.lacanterafreudiana.com.ar/lacanterafreudianajaqueslacan.html
Lacan, J. (1961-1962). El seminario IX La identificación. Versión inédita.
Disponible en http://www.bibliopsi.org/freudLacan.php
(1) Notas.
El presente artículo está basado en un extracto del siguiente trabajo:
De Simone V. (2017). La nominación en la enseñanza del psicoanálisis de J. Lacan . (Tesis de Maestría en Psicoanálisis) Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Psicología.