Del significante y sus agujeros.

                Del significante y sus agujeros. (1)

Vanina De Simone.
Lic. en Psicología.
Magister en Psicoanálisis.

En EL seminario XX Aun (1972-1973), en la clase del 14 de junio de 1972, Lacan le da entrada a F. Recanati para hacer una intervención sobre los conceptos de C. S. Peirce y la crítica que realiza a la idea del continuo de Cantor.

Esta intervención ha sido muy comentada por la importancia que tiene para el desarrollo del trabajo de Lacan en dicho seminario.  Se la conoce bajo el nombre de Primera intervención (Recanati, 1972). Recanati comenta que Pierce muestra las contradicciones en la delimitación del significante antes en relación al después. Explica que no se puede delimitar la idea de antes cercándola por lo que hay después. El antes que se delimita, sólo es un después tachado, podría ser un después de otra referencia a un antes. Dice “(…) la única cosa que caracteriza el antes, es justamente el no estar inscripto más que como no – inscripto (…)” (Recanati, 1972, p.1). El punto de inicio de una serie, se encuentra representado por el vacío, el cero y aclara que al formularse un vacío se lo inscribe. La inexistencia, el vacío inscripto, funda la continuidad de los enteros, los números enteros, que secundan a esa primera inscripción de una inexistencia. El lugar de la no inscripción, de las posibilidades no efectuadas, no inscritas, es delimitado por Peirce como potencial. La diferenciación entre el cero absoluto, del cero que se repite en la serie de los enteros, corresponde al orden general del potencial. El cuestionamiento implica el siguiente problemática: ¿Cómo se pasa del cero de los enteros, al cero absoluto? o también, ¿cómo se pasa a lo que estaba antes sin plantear la dimensión del tiempo? En este punto, aparece la cuestión de la problemática histórica de los signos. En relación a esto, Recanati comenta que E. B. D. Condillac explica que en principio hay una incógnita, que todo lo que llega antes ya está potencialmente allí en el plano de la sensación. A partir de esta incógnita, lo que sucede después es la observación que posibilita el entendimiento. Este último, manifiesta  que el orden, la ligadura, une las ideas, los signos, las necesidades. También especifica que el signo representa el orden mismo y no a la cosa. “(…) hay un perpetuo desfasaje entre el acontecimiento y la inscripción y este desacuñe viene del desfasaje en el ser parlante entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación.” (Recanati, 1972, p. 4). Es así que el significante representa algo, pero lo que representa está y no está representado a la misma vez. El símbolo nombra pero no logra capturar lo que intenta representar. Esta es la falla de estructura del signo, porque en el intento mismo de nombrar se produce el desencuentro. El hecho de que el signo representa el orden mismo, la delimitación del intervalo entre los signos, es lo que le permite hablar a Lacan de los efectos del fading o afanisis. Se pregunta, ¿quién habla? cuando se refiere al sujeto del inconsciente. En  Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano (1960) lo delimita en estos términos:

Por lo cual el lugar del inter-dicto, que es el intra-dicho, de un entre – dos- sujetos, es el mismo donde se divide la transparencia del sujeto clásico para pasar a los efectos del fading que se especifican en el sujeto freudiano. (Lacan, 1960, p. 762)

El significante surge del campo del Otro y los efectos son de alineación y de separación de los significantes que lo representan. La pregunta ¿quién habla? remite al sujeto concebido como un fenómeno del lenguaje que implica al Otro. Sólo en relación al Otro es posible la aparición de la escena inconsciente. Así, el lapsus o el síntoma, son los significantes que refieren o dan cuentas de los significantes surgidos del campo del Otro. En una conferencia titulada Acerca de la estructura como mixtura de una Otredad, condición sine qua non de absolutamente cualquier sujeto (Lacan, 1966), Lacan introduce el concepto inmixión de Otredad. Inmixión es un neologismo, y se trata del intento de referirse a una mezcla indistinguible de componentes. Con este término, Lacan indica que nada del sujeto del inconsciente podrá ser considerado sin que se acepte que en su lugar también opera el lugar del Otro. Entonces, es posible decir que inmixión refiere a una mezcla de lugares:

Todo lo que es lenguaje se toma de esta alteridad (otredad) y por eso el sujeto resulta siempre esa cosa evanescente que corre bajo la cadena de los significantes. Porque la definición de un significante es que él representa un sujeto no para otro sujeto, sino para otro significante. Esta es la única definición posible, admisible, del significante en tanto que difiere del signo. (Lacan, 1966, p. 10)

Los intervalos de la cadena significante son los que darán forma a los sentidos del discurso. El espacio que media entre los significantes, que puede relacionarse con la división entre el enunciado y la enunciación, es lo que verifica la estructura del sujeto como sujeto del lenguaje. Por esto, Lacan propone que en el origen no hay Dasein o ser, sino carencia y división.

Recanati intenta cernir la definición de signo dada por Pierce de la siguiente manera: “(…) que es algo que para alguien está en el lugar de otra cosa desde cierto punto de vista o de una cierta manera.” (Recanati, 1972, p 5) En relación a la producción de signos plantea que el signo es de origen tropos. Según la Real Academia Española un tropo puede definirse como la sustitución de una expresión por otra. Esto implica un cambio de dirección de la expresión adoptando un contenido diferente del original. Entre los tropos es posible ubicar la metáfora y la metonimia. Recanati explica que otro aspecto a considerar en la teoría de los signos de Peirce es la triada del representamen, el objeto y el interpretante. Esta está representada en un triángulo según grafica en su clase.

 

El representamen se relaciona con el objeto y determina un tercer signo, que es el interpretante. A su vez, este también tiene relación con el objeto, ya que es metáfora del primero. El fundamento se encuentra por fuera del triángulo, pero es el que determina la relación entre el representamen y el objeto, que a la vez delimita la relación entre el representamen y el interpretante. Esta relación se repite ad infinitum, y en ese sentido es posible hablar de la indeterminación de la relación entre el representamen y el objeto. Esta relación no es la misma que la relación interpretante – representamen si bien es del mismo orden. “El vacío entre el representamen y el objeto es lo que se repite en el curso de los interpretantes.” (Recanati, 1972, p. 6). En relación a esta cuestión, es posible tratar lo que sucede en relación a lo real, ya que aparece como lo imposible de taponar y como lo que permite crear significantes.

Esta creación se produce gracias al intento imposible de suturarlo, de colmar lo real. La falla del significante para representar responde a la distancia o vacío que hay entre el objeto y el representamen, que se actualiza en el interpretante. La repetición hace surgir un significante, o en términos de Peirce podríamos decir, un interpretante. A nivel de lo originario hay un significante que hace marca, los sucesivos significantes representarán repeticiones de una serie que olvidó el primer número, la primera inscripción, cuando no había sujeto que pudiera recordar. Las repeticiones, vienen a dar cuentas de este primer significante, que hace letra, que es distinto de la serie que inaugura, serie que se desliza en busca de este origen perdido.

La nada absoluta, o también podría decirse, el puro cero es la potencialidad general que es diferente a las posibilidades individuales. Estas son puntos del conjunto de la potencialidad general, por lo que la realización de un punto del conjunto del potencial excluye a los otros puntos de dicho potencial. Es así que se constituye la singularidad, la excepción, la imposibilidad. Dice Recanati:

Donde la paradoja de este primer trazo singular: al mismo tiempo que viene a representar, inscribir, como realización, esto es dado como potencial, lo suprime por su hecho, y su primer efecto es el de forclusión: enseguida pasa al límite del potencial, instituyendo las fronteras. (Recanati, 1972, p 8).

La distancia entre el potencial y la individuación, hace mover la cadena de significantes. Peirce lo precisa delimitando tres niveles: el primero es el de la nada germinal, el segundo el del trazo forclusivo, y el tercero es el de la repetición ad infinitum del trazo. La nada germinal se caracteriza, no por ser un antes, sino por no estar inscripta de ninguna manera. El trazo forclusivo implica una inscripción que vehiculizará la repetición. Este potencial existe como inexistencia efectiva, con su potencialidad ad infinitum, al inscribirse se pierde por lo menos en uno de sus puntos, pero su potencialidad no queda disminuida. La repetición intentará retomar los puntos de esta universalidad y agotarla. Pero esta tarea es imposible por el recorte del primer trazo forclusivo. Entonces, la representación es inadecuada, hace inexistir a la cosa que se intenta representar. El resultado es que se establece una distancia entre el objeto y el representante a la vez que se crea un representante. De este modo, el primer fundamento es concebido como puro cero.

La primera marca que hace surgir un significante, es llamado trauma por S. Freud. Es un primer significante que tiene una especial relación con la in-existencia primordial que hace que la nada cuente como Uno. También es lo que posibilita la entrada de la indeterminación de la cadena significante. Este primer significante encarna la falla del signo como imposibilidad de nombrar la marca o el objeto. Lo que no puede nombrarse se constituye como potencialidad, como fuerza impulsora que empuja significantes para intentar completar la distancia, o podría decirse el vacío entre el representamen y el objeto. El potencial es lo que permite impulsar significantes, y de ese modo allanar las inscripciones fallidas. Se crea la ilusión de que algún significante pueda nombrar la verdad sobre esa primera marca. Se desconoce que el significante únicamente produce otros significantes, y que sólo podrán nombrar un fragmento verdadero sobre esa marca. En este punto radica uno de los fundamentos de la crítica que Lacan arremete contra la ciencia. La ciencia sostiene la ilusión de representar el real, y de ese modo la verdad podría ser dicha o representada. La ilusión de encontrar un significante que no esté signado por la distancia y la imposibilidad de nombrar un significante todo, permite negar la insuficiencia del origen. Si Uno es una marca acontecida en el vacío, si encarna el vacío en sí mismo como imposibilidad de hacer unión entre el significante y la marca, es decir, la imposibilidad de toda representación, entonces los demás significantes advendrán como sede de su desmentida. Esta es la ilusión del sujeto a la que Lacan refiere cuando plantea “¿Qué es esto sino un sujeto acabado en su identidad consigo mismo?” (Lacan, 1959-1960, p. 759). Ésta quimera que sostiene la ciencia implica un desconocimiento del significante. Expresa Lacan:

El signo es lo que representa alguna cosa para alguien, mientras que el significante representa el sujeto para [en relación con] otro significante. La consecuencia de eso es que el sujeto desaparece exactamente como en el caso de los dos trazos unarios, mientras que bajo el segundo significante aparece lo que se llama sentido o significación; y entonces aparecen en serie los otros significantes y significaciones. (Lacan, 1966, p. 10)

El signo se compone de significante y significado, pero el significante por sí mismo no tiene significado. Al inscribirlo siempre hay una referencia a otro significante. Lo que posibilita la añoranza del significante por el significado es el potencial que denuncia que las realizaciones puntuales no abarcan la riqueza de la infinitud propia del potencial. En cada inscripción resuena la nueva infinitud que abrió esa inscripción. Así, el sujeto sólo existe cuando se lo nombra, se le dice tú serás esto o aquello, que implica pero no sólo eso. La palabra significará al sujeto y en el mismo acto abrirá un agujero insignificantizable, un agujero en el ser, un agujero real.

 

Bibliografía.

Lacan, J. (1972-1973). El seminario XX Aún. (1° ed. 12° reimp.), Buenos Aires: Paidós. 2011.

Lacan, J. (1960). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. Escritos I. Buenos Aires: Siglo XXI. 2006.

Lacan, J. (1966). Acerca de la estructura como mixtura de una Otredad, condición sine qua non de absolutamente cualquier sujeto. Conferencia dictada en Baltimore, EEUU. Disponible en www.acheronta.org/lacan/baltimore.htm

Recanati, F. (1972). Primera intervención. Recuperado de apunte de cátedra de Psicología clínica II A, Facultad de Psicología, UNR.

 

(1) Notas.

El presente artículo está basado en  un extracto del siguiente trabajo: De Simone V. (2017). La nominación en la enseñanza del psicoanálisis de J. Lacan . (Tesis de Maestría en Psicoanálisis) Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Psicología.